martes, 15 de octubre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #5


Ese mismo día de noviembre.
Barcelona, Cataluña.


Me sorprendí a mi mismo llorando en silencio. Pequeñas gotas de agua salada corrían por mi rostro. Raul me miraba en silencio mientras me abrazaba. Rápidamente me sequé las lagrimas, y continué:
- La alegría me invadió cuando ella dio el ultimo salto y cayó en mis brazos, no pude evitarlo y la besé. Ella solo me miro, y sonrió en mitad del beso. Eso me enterneció hasta tal punto en el que sentí derretirme. Llegamos a mi casa y al día siguiente mi madre fue al colegio para hacer todos los tramites, todo salió bien, todo iba bien...
-Pero...- Siguió Raul, impaciente como siempre.
- Pero no todo fue bien siempre, un día, llamaron a las 3 de la mañana, ya habría pasado un año, era un día cualquiera de un octubre de 2014, entonces, llegó. La mala noticia, a la que estuvimos huyendo tanto como pudimos, llego. Esa llamada...Era la policía. La madre de Yara, había fallecido. Nos dijéron que Pedro, en un ataque de ira, la empujo, ella resbaló y se abrió la cabeza en un radiador. Ellos discutían por Yara. Ella lo había dejado, se supone. Él no tendría que haber estado allí, pero el hizo caso omiso a la orden de alejamiento que ella puso. Tu ... tu abuela casi se me va. Casi se muere cuando se enteró. Incontables fueron las noches en las que me desperté mientras la escuchaba llorar.
- ¿Nunca la viste llorar?- Interrumpió él con una sensatez que me abrumó.
- ¿A que te refieres?- Pregunté desconcertado.
- A que si nunca fuiste a su habitación a consolarla o algo, no se...
- Sí, lo hice, y preferí no haberlo hecho.
- ¿Por que?
- Mira, tu abuela lo pasó mal ¿vale? Ella ...ella solo intentaba evadirse, ella...joder, ella intentaba ser fuerte y yo...yo no hacía nada. Joder Raul, no hice nada, podría haber hecho algo para ayudarla, calmarla, no sé... algo. Pero no, no lo hice. Fui cobarde y me limité a decirle una tras otra vez que no se hiciese daño pero ella no me escuchaba, nunca. Yo la solía admirar en silencio, a ella y a su valentía. Hasta que un día, lo supe. Lo descubrí.- Relataba yo con la tristeza marcada en cada palabra.
- ¿Que ocurrió abuelo? - Interrogó él con voz quebrada, tartamudeando.
- Una noche, me desperté. No había ruido. No se oía nada. Eso fue lo que me pareció al principio. Poco a poco, mientras abría los ojos, empecé a escuchar pequeños alaridos, alaridos ahogados. Pequeños rastros de sollozos. Me levanté de un salto y me dirigí a la habitación de tu abuela. De aquel momento, hace ya 70 años, y juro que habría preferido un balazo a ver lo que vi.
- ¿Que viste? - Interrumpió Raul, tan ansioso como siempre.
- Encontré a tu abuela, tumbada en la cama con una almohada en la cabeza ahogando los gritos de su llanto. Ella se percató enseguida, se sentó al borde de su cama y me miró. Entonces, no se porqué, le miré el brazo. Vi...sus marcas de guerra. Desvié mi mirada y allí estaba...una cuchilla. Mas bien era una hoja de bisturí, de las que se compran en las farmacias. Supe de inmediato que esa pequeña guillotina, había sido el pincel de las marcas en los brazos de mi Yara. Lo entendí todo. Ella siempre con manga larga, siempre que se reían de ella se apretaba los brazos para sentir dolor, y así reír también, o tan solo sonreír haciéndose la indiferente. Dios perdone lo tonto que fui...
- No fue culpa tuya, tu no lo sabías...-Susurró Raul con lagrimas en los ojos.
- Sí, lo fue.
- No. -Volvió a replicar. Desde donde estaba, podía notar como le escocían las lagrimas en los ojos.
- ¡Sí, sí, sí lo fue maldita sea! Si yo...si yo no la hubiese incitado a dejar su casa, o si le hubiese dicho más veces lo mucho que la quería, si hubiese sido mas listo, si de verdad hubiese estado allí eso no habría pasado - Las lagrimas me pudieron, y bailaron por mis mejillas como bailarinas de fuego. Quemando todo rastro de resistencia a su paso.
- Abuelo...yo... -Balbuceaba él, casi debatiendo consigo mismo el decirme o no lo que tenía en mente.- No fue culpa tuya, no podrías haber hecho nada ¿me oyes? Nada. La abuela, tal y como la describes, ella lo hubiese hecho igual, quieras o no, no puedes martirizarte por ello porque, ¿como ibas a saberlo? No puedes culparte. Tal vez si lo hubieses sabido tu también lo hubieras pasado mal, talvez todo hubiese sido incluso mucho peor, pero eso no lo sabes. Deja de pensar en lo que hubiera sido, y piensa en lo que te enseñó, en lo que realmente fue, una lección. - La madurez de sus palabras me pilló desprevenido. No. Realmente no me lo esperaba. Y menos de él. No sabía si sentir orgullo por mi nieto, o vergüenza por mi comportamiento, realmente él tenía razón.

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