viernes, 25 de octubre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #6


6 de noviembre de 2083
Barcelona,Cataluña


Amaneció el día siguiente. Después de  sus palabras, no fui capaz de decir nada más. Simplemente me levanté, y me fui a dormir. Me quedé dormido mientras lloraba en silencio.
No escuché a la madre de Raul venir el día anterior, supuse que se debió haber quedado en su casa, con Rubén. O eso, o la había atado a algún radiador o a la cabecera de la cama. Me reí amargamente ante aquel pensamiento. Estupendo, mi humor no se había marchado del todo. Eso era realmente bueno para mi.

Bajé a la cocina siguiendo una rutina. Mas que una rutina, eso era un hábito. No entiendo muy bien porque, pero me fijé en la cocina aquel día. Era rústica, con baldosas color crema por todo el suelo. Cocina a gas y muebles antiguos y clásicos de madera. Y esa ventana, amaba esa ventana, estaba puesta justo donde los rayos de sol podían irrumpir en donde quisieran. Esa era mi casa, eso era lo que yo quería, y lo tenía.

En ese momento me di cuenta de que Raul no había bajado a desayunar, cojí el café que ya estaba en la cafetera, lo tiré y enjuagué el filtro de la cafetera. Luego puse café nuevo y cuando se acabó de hacer me lo serví, serví otro para él en una taza diferente.
Hacía cosa de una hora cuando él bajó, me dio los buenos días, se sentó, y nos bebimos el café en silencio.
Entonces, casi cuando pensé que me estaba ahogando por la falta de sonido, él dijo:
- Lo siento. -¿Que? No entendía nada. Me habría esperado cualquier cosa, menos una disculpa, lo miré atónito.- No debería haberte presionado para que hablemos ayer, no debí obligarte a contarme más...Lo siento.- Agregó él como si me hubiera leído la mente.
-No tienes porque disculparte, chico. Primero: no me obligaste a nada, ni me presionaste, yo lo hice porque quise. Segundo: ya me va bien eso de hablar sobre tu abuela después de todo. Y tercero, último pero no menos importante: sabes que te puedo hablar de ella, cuanto y como tu quieras, no podría negarte nada. Para algo estamos los abuelos, ¿no? Para mimar a canijos como tú.- Sostuve mi opinión con la voz mas cariñosa que pude hallar en mi.
- Supongo...- Dijo él sin convicción.
-Escúchame, Raul: no tienes que disculparte, si quiero que pares de hacerme preguntas, lo diré.
- Vale, vale...- Contestó Raul.
- Anda, lava los platos y acompaña a tu abuelo al sillón o al sofá, que me duele todo el cuerpo y estar allí es muy cómodo.
- Vooooooy. - Respondió él bastante desganado por la idea.

Cuando acabó de lavar los platos y me ayudo a ir hasta el sillón, él se sentó en el sofá.
Un sonido interrumpió en la casa. Mayka, seguro.
Raul se levantó para abrir porque él es mas rápido que yo. Normal. Los años estaban a su favor.
- Mira quien es por la mirilla, Raul. - Dije en modo de advertencia.
Él me hizo caso. Miró, y por su cara, pude deducir que estaba realmente preocupado.
Abrió y dejó entrar a su madre cerrando la puerta tras ella.
Ella traía una sonrisa de oreja a oreja, no sabía si realmente sería buena la noticia que iba a darnos.
Mayka se sentó al lado de Raul y procedió a explicarnos el motivo de su alegría desenfrenada:
- He hablado con Rubén.- 'Oh,genial.' dijo irónicamente mi sentido común.- Me ha pedido perdón y me ha pedido que vuelva con él, también me ha prometido que no volvería ha pasar y me ha dicho que me quiere, me ha comprado un precioso ramo de rosas y pfff... Entiéndeme papá... Por favor.

Simplemente me quedé en shock. Me limité a observarla en silencio, preguntándome, sin éxito de encontrar respuesta, porqué ella había decidido volver.
Decidí levantarme y irme a dar una vuelta. Por donde sea. Solo quería huir.


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